Acompañas a la anciana que acaba de cuidarte, alimentarte y proporcionarte un cariño que no habías vivido desde hace muchos años en sus labores del campo, como llevas haciendo toda la semana.
Se trata esta vez de guiar a las seis o siete vacas desde el prado hasta el establo.
Repentinamente, ella empieza a golpear brutalmente a una de las vacas en el costillar con su vara, en un frenesí imparable, un éxtasis incomprensible, con una fuerza que le es impropia y una velocidad inexplicable. Algo atroz.
Seguís caminando mientras cae la tarde. Te cuenta que hay recoger la ropa del tendal, que parece que va a llover.
''Sí, hay que recoger.''
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